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Blog acerca de la psicología de la vida cotidiana. Reflexiones en torno a porqué somos como somos, qué nos impulsa a actuar, a sentir o pensar de un modo que a veces nos sabotea y que nos mueve en el teatro del mundo.



martes, 20 de mayo de 2014

Los paraguas y la lluvia







Bilbao es una ciudad continuamente lavada por la la lluvia, cuando era un niño me causaba el mismo asombro contemplar el cielo despejado que un burro volando, así de drástico. Y hoy día sucede que ese fenómeno me parece tan del paisaje de la ciudad como la ría o el museo Guggenheim.

A menudo me sorprendo, cuando estoy fuera de mí o quizás más dentro que nunca, observando a la gente un día cualquiera de lluvia en esta ciudad. A veces miro la calle a través de la vidriera del café en el que espero la tregua, y me fijo en algo, algo que acontece una vez que ha cesado la lluvia. 

Me detengo en un fenómeno simple que termino vinculando con el mundo de la psicoterapia (debe de ser alguna secuela de haber estudiado psicología, para la próxima, cuando me reencarne, me lo pensaré más), a saber: observo cuántos viandantes siguen con el paraguas sobre sus cabezas una vez que el cielo se volvió a abrir.

Puede parecer estúpido, y tal vez lo sea, pero me lleva a reflexionar sobre el fenómeno de la asimilación y la acomodación de la mente. Es decir sobre si internalizamos el mundo de acuerdo a nuestra estructura cognitiva o si, por el contrario alteramos nuestro psiquismo para acoger o adaptarnos al mundo. Seguir con el paraguas abierto en ausencia de lluvia implicaría asimilación, por el contrario, cerrarlo, en las mismas circunstancias aludiría a la acomodación.

La mente es perezosa, asimila, creería que en general es conservadora (y ello supone grandes ventajas: un gran ahorro de energía , evitar bloqueos, una automatización que puede ser valiosa en muchos momentos), sin embargo ello puede acarrear grandes inconvenientes en un momento de crisis en la vida.

¿Cuándo estalla una crisis? Simple y llanamente cuando, dada una modificación vital (real o simbólica), los recursos o modos que empleábamos para seguir con nuestro bienestar emocional ya no sirven. Es decir, la crisis surge cuando la asimilación no puede "hacer su trabajo" y precisamos una reorganización importante que no se encuentra, en estos momentos, disponible (acomodación).

Es lo que nos encontramos en la sesión de psicoterapia, personas que sometidas a un cambio vital de enjundia se hallan bloqueados, inmersos en un estado ansioso-depresivo de sufrimiento, que no pueden continuar su vida como si nada: separaciones, una enfermedad, la conciencia de envejecer, una muerte, un fracaso, un tren que se acerca a toda velocidad y, parados sobre la vía, se quedan hipnotizados con su luz.

En chino, la palabra "crisis" (weiji) se compone de dos ideogramas (wei) que significa "peligro" y "ji" que se traduce como "oportunidad". Me gusta el sentido subyacente, se me antoja valioso, motivador. Y es la propia persona, desde sus raíces, desde su modo de ser, quien escoge asumir el sufrimiento, el estancamiento y la derrota o decide luchar por alcanzar un nuevo estado en el que se sinteticen ambos matices.

Lo que antes servía ya no vale más. Ese es el escenario de partida en una sesión de psicoterapia, se carecen de armas para afrontar una amenaza. Parte de nuestra estructura mental ha de reorganizarse y eso, de por sí, ya es angustioso, implica explorar nuevos senderos, a veces lindantes con un acantilado, en nuestra compañía.

Ya lo habrán adivinado, la salud mental consiste en abrir los paraguas al sentir la lluvia y en cerrarlos cuando se abre el cielo.